
Vaya un fracaso mamá… En la embajada de Canadá toqué solo para la productora del evento, el técnico, la asistente del embajador, y éste, que se pasó algún rato por allí. El resto de los invitados se quedaron hablando de negocios en la terraza. Eso sí, el lugar –una sala circular de paredes infinitas– era un flipe. A veces pienso en cómo me lo monto, con tanta foto y tanto tocar aquí y allá debe parecer que me va de puta madre. Pero no es así: si pagan, pagan como el orto, y en la mayoría de los sitios el público, uf… no es mi público. Pero seguiré con este proyecto, el proyecto de mi vida, joder, hasta llevarlo a lo más alto. Me cago en todo lo cagable, que diría papá.
